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ZulemaMaza


La cautiva, vuelo de palomas
Rosa María Ravera

Académica de Número. Academia Nacional de Bellas Artes. Presidente de la Asociación Argentina de Estética.

La mujer raptada, en cautiverio, en tantas actitudes y situaciones parecidas o diferentes que se reiteran a través de un devenir que se sugiere ininterrumpido, con y sin riesgo: ¿imágenes de la seducción?.

Decirlo es fácil, e inexacto. No es eso. No es sólo eso. Diríamos que lo que importa va por otro lado. Imágenes que se cotejan, que parecen establecer proximidad y parangón, en binomio o simplemente aisladas, encarnando lo femenino acompañado y simbolizado por la paloma en vuelo, o posada sobre el pecho desnudo de la cautiva exánime. Imágenes agrisadas, reminiscentes.
Pertenecen a la muestra de Zulema Maza, una de las más claras y privilegiadas exponentes de la constante barroca que es posible detectar en nuestra plástica contemporánea. No es poco lo que Zulema logra en esta exhibición. Por lo pronto ha sabido convertir a la imagen en huella de imagen, en la medida en que la instala en la zona imprecisa, impresentable, de emergencia inventiva.
Un espacio generativo por excelencia. Así el collar, círculo perfecto, conteniendo la concatenación interna del pájaro que redobla la forma idealizada, pero que más frecuentemente sobrevuela el aire para detenerse en la mujer, o en él, en la espalda del guerrero donde también se posa el corazón. Está a la vista una femineidad arrebatada, robada.

¿Qué es lo que puede unir a la cautiva y el guerrero? Algo esencialmente inherente a la ilusión de la ficción. El impacto de una sensorialidad, de una sensualidad omnipresente que delata la esfera -de arraigo ilustre- del Ordo Amoris, de larga, antiquísima influencia en los desarrollos del pensamiento y la filosofía. Ella es una artista. ¿dónde podía acudir, qué mejor campo de experimentación y de expresión que aquél en el que domina la técnica, la memoria, la historia?. Demás está decirlo, la historia del arte. De ese ancho y generoso caudal intertextual, como no menos de la cotidianeidad familiar Zulema ha extraído una inspiración operando mediante la retención de esa huella que alude a múltiples horizontes símiles disímiles. Como si en pintores o artistas muy alejados en el tiempo y el espacio pudiera captarse, no obstante, la sobreabundancia de una instancia espiritual o energética, un sentir con-junto que embarga el todo y que subyace en estratos de base, del ser y del existir. Como si la ejemplaridad del arte facilitara el aflorar, en el universo de formas y apariencias bellas, siempre diversas, una constante. Algo de permanencia intemporal o inmodificable, un arrastre, un viento sensible que desborda lo individual y que poseería sustancia cósmica infinita. Sin principio ni fin (barroco). La dimensión del afecto contaminado el aparecer en su raíz más honda, en ocasión de lo estético. La filosofía lo había provisto (no menos que el arte, la filosofía crea).

Construcción, (invención de conceptos). El arte parece realmente habilitar la disponibilidad de nuestras facultades. La facultad de conocer, del desear, del querer serían aptitudes que oscilan, en suspenso, cuando la expansión del sentir se dilata y amplifica, aquí y allá, en los vericuetos y múltiples recorridos de la imagen. Tenemos sin duda juicios y gustos estéticos que no coinciden, pero es posible pretender que sea común a la humanidad no una esencia universal, pero si la posibilidad de una contemplación (término con frecuencia mal entendido) de la que surgiría un sentimiento compartido. Lo estético desencadena ese chance. Parece ser lo que persigue la artista en la sucesión de visiones que llevan la impronta de la paloma. Pero asimismo del corazón, de una reconocible iconografía cuyo sentido utiliza y a la vez desborda para resignificar el plano.
Con una meta prefijada, con el auxilio de "percepciones sutiles" (ella afirma. Leibniz se refería "pequeñas percepciones") presenta una gráfica por cierto sutilísima que elabora y pasea ese arrastre afectivo con señorío patente. Situaciones heterogéneas, de cautiverio, de narcisismo, de erotismo difuso, de prostitución, de juegos infantiles, de nostalgia, de ironía: ambivalencias del sentido que se prodigan con la insistencia de lo profundo que la supeficie, a veces, es capaz de entregar a la mirada.

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